Another girl...#1O9
-Es
sólo que… si Mimi llegase- él seguía besando mi cuerpo
-Ella
no vendrá
-John…
-Shhhh-
acarició mi pecho, mi abdomen y llegó hasta mis piernas, comenzó a acariciarlas
por debajo de la falda y pronto comenzó la búsqueda hasta aquella área entre
ellas, mientras al mismo tiempo besaba mi cuello.
-John-
susurré
-Calma
Alison
-John
yo…- no pude terminar aquella oración, John había llegado a la zona deseada, al
tocarme me dejó muda, sonrió complacido y pasó lentamente su lengua por mis
labios; seguía dando caricias suaves y placenteras debajo de mi falda y yo
dejaba que escuchara cómo aquello me complacía. Posteriormente me abrazó,
continuamos besándonos y estaba lista para el momento que esperaba… comencé a
quitarle la ropa y él hacía lo mismo conmigo; cada zona al descubierto, cada
zona que ameritaba una caricia suya, un beso o un suspiro. Mordí sus labios,
mordió mis hombros, besó mis pechos, mi abdomen y bajó… continuando con los
besos en mis muslos y comenzando un delicioso juego entre su boca y mi
feminidad. Lennon indudablemente sabía cómo hacer, o más bien, deshacer a una
mujer en la cama.
Subiendo
de nuevo con mordidas y caricias me miró a los ojos, sonrojado por la
satisfacción que el momento le concedía y fue mi turno de hacerle ver, que
nadie en la vida le haría sentir lo que yo. Antes lo miré, sonreí coqueta y
cómplice… él sonrió de la misma manera y me vio bajar por su pecho, su abdomen
y sus piernas; me quedaba claro que John no sólo hacía escándalo para llamar la
atención, me dejaba saber cuánto le gustaba aquello. Acariciaba mi cabello, mi espalda
y mi nuca; acarició con sus dedos mis labios y después volvimos a besarnos. Él
se acomodó de tal manera en que quedara yo abajo, pero sonreí y lo empujé para
ser yo quien quedara arriba.
-Arriba
voy yo- dije sonriente
-Eso
no es…
-Shhhh- puse mi índice en sus labios y en seguida comencé el acto,
Lennon cerró los ojos y abrió un poco la boca, yo rasguñé un poco su pecho y
mordí mi labio inferior… y fue así como comenzó una danza nocturna que se
extendería hasta la madrugada por las repeticiones que quisimos regalarnos. Nos
acariciábamos completamente, nos mordíamos, nos rasguñábamos, qué delicia que
la casa estuviera sola permitiéndonos gritos que podían ser aullidos, ruidos
que parecían de mudanza y esas cosas de las que todos alardeamos sobre el acto.
Según nuestros latidos y el tiempo de acción, el deseo que guardábamos era
enorme, se había acumulado y lo dejamos salir en el momento preciso en la
manera precisa…
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